1.20.2008

La esencia de la proclamación cristiana (Parte 1)

El cristianismo nació como una religión histórica. Su proclamación se basa en la vida, muerte y resurrección históricas de Jesús de Nazaret, tal como lo evidencia el Nuevo Testamento en general y el libro de los Hechos en particular (Hch. 2: 22-36; 3: 13-18; 4: 10-12; 13: 23-33; Rom. 1: 3, 4; 8: 34, etc.). Es evidente la fuerte connotación histórica de la proclamación apostólica.

Lamentablemente, y con demasiada frecuencia, el sentimentalismo, el subjetivismo y un marcado énfasis en la predicación del “testimonio personal” ha ocasionado el haber perdido de vista el original énfasis histórico que era característico en la predicación de la iglesia primitiva. Con esto no se pretende minimizar el papel que posee la testificación personal de lo que Dios ha hecho y está haciendo en nuestra vida, ni el papel que posee en el desarrollo del carácter cristiano; antes bien, lo que intenta el presente articulo es llamar la atención a la perdida de objetividad bíblica en la proclamación del mensaje bíblico, y guardarlo de influencias externas que violenten el mensaje esencial de la Biblia. Realmente aquí es necesario el lugar que posee la teología bíblica en la elaboración de una tarea expositiva exclusivamente bíblica.

Lo que se necesita actualmente es una correcta exposición del texto bíblico en la iglesia, pero ante esto es importante también una correcta teología bíblica. Oscar Cullmann tiene razón cuando declara que en la comunidad cristiana de creyentes, la teología siempre es necesaria para interpretar correctamente la Biblia, y sin prescindir para ello de la obra del Espíritu Santo (Cullmann, Estudios de teología bíblica, 20).

Ahora, por teología bíblica no se refiere cándidamente a una teología basada en la Biblia—pues los católicos y Testigos de Jehová también consideran sus postulados teológicos como “bíblicos”, a pesar de sus cuestionables argumentos exegéticos—sino a una teología que se fundamenta principalmente en el estudio lexicográfico, histórico y exegético del texto mismo.* La característica subyacente a la narrativa bíblica del AT y el NT es la asombrosa realidad de que Dios se ha revelado a la humanidad en ciertos eventos que sucedieron en el devenir histórico de la raza. La esencia misma del mensaje bíblico es histórica en carácter; la revelación divina en el AT y el NT es una revelación de Dios en la historia, historia del pueblo de Israel que alcanza su punto culminante en la encarnación de Jesús de Nazaret, y en la posterior historia de la comunidad primitiva. A este enfoque hermenéutico basado en la actividad histórica de Dios para la redención de la raza se le llama en círculos académicos Heilsgeschichte, término alemán que propiamente significa historia de la salvación (cf. Gerhard Hasel, Old Testament Theology: Basic Issues in the Current Debate, 4th ed, Eerdmans, 1995, 22). Aunque la Biblia dice mucho acerca de otras materias, según este enfoque éstas son solamente incidentales en relación a su propósito único de desarrollar la historia de la redención.

La Biblia no es considerada principalmente como una colección de textos de prueba o un depósito de doctrinas, sino un testigo inspirado de la actividad de Dios en la historia, la que no estará completa hasta la consumación escatológica. John Bright declara que el AT—y en última instancia toda la Biblia—es una historia del propósito redentor de Dios, una Heilsgeschichte (The Authority of the Old Testament, Nashville, 1967, 137). Y para este propósito es imprescindible conocer los postulados principales de una teología bíblica e histórica que abarque los dos grandes grupos canónicos: el AT y el NT.

Continuará...

*(un intento ejemplar de este tipo de estudio teológico basado en una exegesis y exposición a raíz de análisis lexicográfico lo constituye el Theologiches Wörterbuch zum Neuen Testament, editado por G. Kittel y G. Friedrich. Geoffrey Bromiley, en Everett F. Harrison, ed., Diccionario de teología, Grand Rapids: Libros Desafío, 2002, 601).


"Cristo colgado de la cruz es el evangelio", Elena de White